EN BUSCA DE ESTIERCOL
En las montañas de la provincia de Alicante, entre Jalón y Bernia, mi amigo Alex lleva una ramaderia de burros.
Le dió pena que los burros italianos acabaran su existencia convertidos en salami y se vino a España para ser uno mas de aquellos que protegen a los burros ibéricos, fieles amigos y ayudantes del humano a través de muchos siglos.
Solo habíamos ido a por estiércol, porque nuestra huerta necesita urgentemente el abono. De momento la tierra lleva cal, no mucho mas.
Llegamos con siete serones de plástico para cargarlos en el maletero a falta de remolque.
Con pala y con el mono puesto caminamos por un verdadero paraíso de estiércol rodeados de animales grises.
Los burritos parecían defender su espacio cubriendo la entrada a modo de laberinto. Se ponían en todo el medio del camino para que los tocáramos, los empujáramos, los acariciáramos.
Uno de ellos, grande y bello con apariencia de jefe, se colocó entre las palas, nosotros y el estiércol, metiendo sus patas traseras dentro de los serones. Sin ningún reparo nos mordía el pantalón, nos empujaba con su hocico sabiendo que este juego no duele. Tuvimos que espantarle para que no rompiera el móvil, la cámara digital o cosas que estaban en el interior de la riñonera.
No obstante conseguimos cargar el coche. Entramos los serones rodeados de trescientas moscas , pero por las ventanillas casi salieron todas mientras llegábamos a la huerta.
Siete serones de estiércol casi no es nada, sólo será necesario dormir seis noches mas para volver con los burros, esta vez les vamos a llevar pan seco, almendras y algún algarrobo.
Entretanto sigo pensando en estos animales, creo que tienen buen humor. El humor a mi me parece una señal de inteligencia, así veo a los burros cómo unos animales muy listos. Lo son seguro, muy seguro. Cuando los toques lo puedes sentir. Han conseguido que sus cuerpos ahora me interesen mas que su basura.
Escrito por mi marido (Traducido del aleman)
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